miércoles, 18 de noviembre de 2009

Espejo sobre la mesa



Este si es un cuento de hadas y princesas
A la noche de luna menguante los vi llegar; era mi padre con la nueva adquisición familiar, una esposa para él, una madrastra para mí. Hija única soy de un matrimonio primero, el más perfecto de todos porque mi madre murió al darme a luz, pero ahora mi padre había traído una imagen femenina a quien seguir; un ideal que tener, la que sería mi amiga y compañera en esto de la virtud femenina.

Es curioso que no sintiera rabia ni temor, más bien estaba curiosa por sus sirvientes que venían en el paquete; el más alto de ellos alcanzaba a penas el metro veinte de estatura, parecían soldaditos de juguetería, de los que ponen fuera de la tienda para llamar la atención de los infantes transeúntes.

Ellos obedecían a mi madrastra al pie de la letra, a veces ni siquiera terminaba sus petitorias y ellos ya la estaban ejecutando, dóciles, nunca les vi refunfuñar. A mi me tenían consideraciones, me cantaban, jugábamos en el jardín e inventábamos cuentos en donde yo era una princesa perdida, claro siempre que ella no les estuviere pidiendo algo, que en realidad eran pocas veces, pero siempre encontrábamos la forma de divertirnos, ellos encontraban la forma de hacer mi vida un cuento de hadas.

Una noche en duermevela no pude evitarlo, el cielo se coronaba con una luna tan roja que me incitaban a seguir con esas historias de cuento, con príncipes que venían desde lejos a buscarme, con brujas y manzanas encantadas como las del huerto. Caminé por los jardines, meditabunda, pensaba tanto en la historia que no sé decir si estaba maravillada o aburrida de tanto darle vueltas, pero la noche fluía y antes de que aquella luna se ocultara llegué a su casa entre la maleza, quería contarles lo que había pensado en el camino, quería actuarlo con ellos, cantar y tal vez jugar como fugitivos en la noche, pero no debí husmear por esa ventana, era ella recostada sobre una mesa que los enanos, mis compañeros de juegos, apenas alcanzaban a posar sus ojos por encima de ella, de frente a mi, mi inocencia infantil se veía reflejada sobre la cabeza de ella en un espejo que nos reflejaba a ambas mientras uno de ellos subía a la mesa para poseer a la esposa de mi padre mientras los otros se preparaban alrededor de la mesa en una fila, probablemente esperando su turno, así lo vi en el espejo, con mi horrorizados ojos de fondo mientras consumaban el acto cada uno con un tierno beso en los labios. Así lo vi aquella vez y no puedo borrar esa imagen de mi mente.

A la muerte de mi madrastra, de una forma poco usual pues resbaló de su cama mientras dormía y apareció muerta, dice el doctor que parecía envenenamiento, pero nunca pudieron probar nada, así que se dictaminó que había muerto de una caída poco común pero posible. Hoy a un año de que eso sucedió hay luna roja de nuevo y he decidido tomar su lugar, después de todo ella debía ser una imagen a seguir ¿no? Y ¿a quién no le place tener sirvientes leales, compañeros de juego, amigos con los que puedes representar un cuento de hadas a cambio de un simple beso tierno con un espejo a la altura de mi cabeza en una luna como ésta?

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